Julio 17, 2023
Las democracias funcionan cuando la gente se sienta a la mesa. Esta parece una frase demasiado simple, pero no deja de ser certera. La disposición a dialogar y llegar a consensos básicos es fundamental en un país que trabaja día a día para mejorar la calidad de vida de todos sus habitantes.
Sin embargo, no basta solo con la performance de sentarse a conversar. Aún más importante es el esfuerzo que ponemos para concretar buenos acuerdos. Lamentablemente, en la última década en nuestro país hemos fallado en alcanzar pactos en temas tan importantes como mejorar los sistemas de pensiones, de salud o de educación. Dejamos de pensar en el futuro, y quedamos atrapados en un presente que parece perpetuo. Nos sentamos a la mesa, sí, pero para dar cuenta de nuestras diferencias y malinterpretar las intenciones de los demás. El acto de sentarse a la mesa se convierte entonces en un diálogo de sordos basado en la desconfianza. Mientras eso ocurre, se postergan las políticas de Estado y la ciudadanía mira cada vez con mayor recelo el rol que cumple la clase política. La frustración y el pesimismo se apoderan del debate público y los populismos de cada extremo crecen como la espuma. Es la tormenta perfecta.
En ese contexto nos encontramos discutiendo un nuevo pacto fiscal, y, por supuesto, el pesimismo se impone sobre la posibilidad de alcanzar un buen acuerdo. Lamentablemente, una parte de la derecha ha querido dar un portazo al gobierno, rechazando la opción de un alza de impuestos a quienes tienen mayores ingresos, a pesar de todas las voces – nacionales e internacionales – que nos muestran la necesidad de que Chile recaude más a través de la vía tributaria.
Se equivocan aquellos que piensan que rechazar el pacto fiscal liderado por el Gobierno sería un golpe al presidente Boric. De rechazarse, ineludiblemente será un golpe a toda la clase política, que una vez más sería incapaz de poner a la ciudadanía en el centro, prefiriendo imponer sus diferencias.
Por otra parte, es necesario que las aprensiones expresadas por parte del empresariado se integren a la discusión. Efectivamente hace casi una década que el país no logra las tasas de crecimiento necesarias para seguir avanzando en el camino de desarrollo y se requieren nuevos impulsos en esta materia. Sin embargo, generar la disyuntiva entre subir algunos impuestos a las personas versus la necesidad de crecimiento es un falso dilema y no permite hacerse cargo de las demandas sociales que aún tenemos pendientes.
Es en momentos como este es cuando es más urgente construir puentes de diálogo y las necesarias confianzas que permitan consensos estables para un desarrollo con justicia social. Alcanzar un pacto fiscal es nuestra mejor oportunidad para abordar el presente y proyectarnos hacia el futuro. Un acuerdo que permita desarrollar políticas públicas de alto impacto social, aumentando la recaudación de impuestos de la población de mayores ingresos, avanzando en una modernización del Estado para llegar antes y mejor a quienes más lo necesitan y fortaleciendo una agenda pro-crecimiento, que impulse la inversión, la creación de empleo y el cuidado del medioambiente. En definitiva, representa la mejor oportunidad para demostrar que la política no puede estar por sobre el bien común y que la ciudadanía vea que existe una disposición efectiva a avanzar y hacerse cargo de las prioridades que el país necesita. Alcanzar un pacto fiscal es una tremenda oportunidad para demostrar que no vivimos en un país donde el lema es “sálvese quien pueda”, sino que la torta del crecimiento se puede repartir de mejor manera, generando condiciones efectivas para avanzar hacia el desarrollo.
Estamos en un momento difícil de nuestra historia, donde el pesimismo parece convertirse en el estado de ánimo predominante. Y si bien hoy el optimismo parece ser revolucionario, son precisamente estas circunstancias las que pueden transformarse en oportunidades de hacer mejor las cosas. Estoy convencido de nuestra capacidad de avanzar en conjunto, construyendo confianzas que nos permitan alcanzar un desarrollo sostenible, donde todas y todos nos sintamos parte de los avances y éxitos de nuestro país.
El presidente Boric ha dado claras señales de su voluntad de establecer un diálogo constante con todos los sectores, respaldado sin duda por su trayectoria política. Esto ha sido reforzado, además, a través de las 36 medidas presentadas por el ministro Marcel para aumentar el crecimiento, la inversión y la productividad. En este escenario, a pesar de los pesimismos, todavía existe la posibilidad de alcanzar un consenso político en materia tributaria, que significaría -sin renunciar a nuestras diferencias- entregar certidumbre y estabilidad a una ciudadanía que pide mayor optimismo sobre el futuro.
Aprender del pasado y construir el futuro demanda valentía y determinación. Para lograr el éxito, es necesario que todos los sectores realicemos un esfuerzo, evitando cerrar puertas a través de la prensa y estando dispuestos a ceder en nuestros intereses, con el objetivo de construir puentes sólidos y duraderos de diálogo. En aras del bien de Chile y de nuestra democracia, no permitamos que el pesimismo se imponga sobre los acuerdos. Nuestra propia historia nos respalda.
Columna publicada originalmente en elpais.com