Nuestro feminismo implica una nueva forma de entendernos y relacionarnos buscando la igualdad entre individuos. Seguimos la herencia de Amanda Labarca en pos de la educación y la igualdad ante la ley, donde cada ser humano pueda ejercer sus derechos y libertades para democratizar el poder y erradicar el sistema patriarcal que define el poder a partir de la opresión desde una posición privilegiada, egoísta, machista, misógena y violenta contra todo aquel que no persigue su visión.
Somos conscientes de las múltiples visiones en torno al feminismo, y no juzgamos cuál deba prevalecer ni primar por sobre otra, siempre que permita un diálogo e intercambio de ideas para la disminución de la brecha de poder que nos impide lograr la igualdad.
Si bien los orígenes del feminismo igualitario, a ojos de nuestra era, buscaron igualar hacia arriba en el orden patriarcal, el feminismo igualitario de hoy no busca ni convertir los privilegios de un género en otro, ni transvalorar lo femenino de lo masculino. Hoy buscamos redefinir en igualdad en miras a la consecución de dignidad humana para el libre desarrollo de nuestras vidas. Para ello necesitamos leyes y reglas, pero por sobre todo, necesitamos cultivar una ética social de igualdad.
Al existir una desigualdad histórica ligada al sexo, al género y la orientación sexual, no podemos ser indiferentes a las reivindicaciones de las mujeres en cada Ola del Feminismo, por lo que el feminismo igualitario si bien, reconoce el principio de la diferencia, éste debe obedecer a una distribución que mejore a las personas, y de no ser así, se preferirá una distribución igual que busque mejorar la posición de quien está en desventaja.
El feminismo igualitario implica comprender que no sólo existe nuestra visión en torno al feminismo, sino que hay intereses comunes por la consecución de la lucha contra la precarización de la vida; el fin a la violencia patriarcal, en el marco institucional, político, y psico-social basado en el género; educación no sexista transversal; derechos sexuales reproductivos y no reproductivos; reconocimiento del trabajo y la seguridad social; reconocimiento a las disidencias sexuales; entre otros.
Debemos reconocernos y mirar nuestra posición, que puede ser de ventaja o desventaja para con otras mujeres y desde allí identificar la brecha de desigualdad que nos daña, nos menoscaba y, nos relativiza a un rol dentro de nuestras familias, comunidad, trabajo y sociedad.
Como feministas y liberales igualitarias, buscamos alcanzar un nuevo paradigma que nos permita participar en igualdad de condiciones en una sociedad más justa, menos violenta, con más dignidad y libertad.
Como feministas y liberales igualitarias comprendemos que los desequilibrios de poder son reales, y ante ello gritamos, luchamos y nos manifestamos contra la injusticia y la dominación. Por esto, exhortamos a cada uno y una de ustedes en sus distintas miradas, a cuestionar todo lo aprendido y a deconstruirlo, a replantearnos cuántas veces podamos nuestra posición de privilegio, considerando la posición de la persona más desventajada; y a no quedarse sólo en pensar, sino también en el actuar.